lunes, 26 de octubre de 2015

El sinsentido nacionalista ataca de nuevo (466)

¿Es esta la Europa que queremos, deshilachada? El nacional-separatismo es capaz de todo, incluso de enfrentarnos a unos contra otros con tal de lograr su propósito de crear un estado propio, un estado que de inmediato entraría en expansión hasta enfrentarse a sus vecinos igualmente expansionistas. En pocas palabras: Si por ellos fuera volveríamos a la edad de piedra.
Imagen: Supuesto mapa europeo de naciones sin estado

Este es el llamativo titular de una noticia que hoy aparece en La Vanguardia de Barcelona: “Los nacionalistas pedirán al Parlamento Europeo el reconocimiento de las naciones sin estado”. Del cuerpo de la noticia puede extraerse la siguiente conclusión: A partir de ese reconocimiento que los nacionalistas exigen, si es que llega a producirse, deberán establecerse unos derechos para las citadas “naciones”. Y entre ellos, el derecho a la autodeterminación, algo que no se ha producido, según los partidos nacionalistas proponentes, por falta de democracia en los estados que acogen a esas “naciones”.

En efecto, la clave de este asunto es la democracia, o mejor dicho, la falta de ella. No sé cómo será en otros países, pero lo cierto es que hay dos regiones, Cataluña y el País Vasco —más otras cuantas en camino—, que destacan sobremanera si se trata de hablar de falta de democracia. Ambas regiones, sedicentes naciones históricas, viven sometidas desde hace más de 30 años bajo sendas dictaduras nacionalistas. Sí, se vota, pero cómo se vota. Para que exista una verdadera democracia debe dársele al ciudadano algo más que la opción de introducir una papeleta en la urna cada cuatro años. Es preciso que en ese territorio haya un clima de verdadera libertad y que al individuo no se le adoctrine ni se le arbitre su existencia desde la cuna a la sepultura, como vienen haciendo en esos regímenes nacionalistas que ahora, con el mayor de los descaros, piden derechos para unas supuestas naciones que ellos han creado a partir de unos gramos de verdad y muchos kilos de falsedades.


La postura de esta tropa nazi es comprensible, ellos van a lo suyo con la máxima constancia y creen poder lograr algún día la ansiada independencia. Ahora bien, si exigir derechos en un determinado sentido político es admisible, que para eso debe valer la libertad y nunca el adoctrinamiento, también debería ser admisible exigir lo contrario de lo que esta gente pretende. De ahí que el día menos pensado pueda surgir algún movimiento ciudadano que acabe en partido político y que en su programa incluya la desaparición de las comunidades autónomas. No, no se trata de centralizar de nuevo la administración del Estado, que no se asuste nadie, simplemente se trataría de restarles capacidad adoctrinante a unos gobiernos regionales en manos de ciertos partidos que han pagado con la máxima deslealtad a la patria común el gran esfuerzo de la Transición.

La descentralización del futuro, visto el nefasto resultado de estas comunidades autónomas dispuestas en cualquier momento a exigir más y más, podría ser a favor de las provincias y los municipios. Se trataría de concederles algunas competencias a las administraciones locales y provinciales, para que sus ciudadanos no tuviesen, como sucede ahora, la sensación de haber cambiado Madrid por Barcelona o Vitoria. Y dentro de esas competencias, que serían retiradas a unos gobiernos autonómicos declarados a extinguir, en ningún caso la educación, la justicia, los cuerpos de seguridad o la titularidad de los medios públicos de información, que maldita la falta que hacen. ¿Algo así representa un paso atrás? No, en mi opinión. Más bien todo lo contrario, puesto que al cabo de una o dos generaciones se habría normalizado —esta vez sí— la convivencia entre los españoles, tan deteriorada en la actualidad como consecuencia de unos partidos nacionalistas sin escrúpulos y de un gobierno socialista incapaz de imponer la ley, como hemos visto, por ejemplo, en el tema de las banderas en el País Vasco, donde se conculca la ley desde hace más de 20 años y de nada vale que el Supremo se pronuncie.

De modo que, si se trata de pedirle al Parlamento Europeo, pidámosle todos y en cualquier sentido. Desde luego, lo que no parece que apunte a un gran futuro es la continuidad de esta situación que tiene cogida con alfileres la relación entre unas regiones españolas que jamás han sido compartimentos estancos: Quien no haya vivido en varias de esas regiones, como es mi caso, o posea familia en diversos puntos de España, como sucede tan a menudo, que tire la primera piedra. A quien pueda dudarlo, le recuerdo que nuestra nación es una mezcla continua de norte a sur y de este a oeste. A veces el flujo vino a producirse de norte a sur, cuando los reinos y condados del medioevo fueron colonizando las taifas árabes. A veces fueron los jornaleros del sur, en busca de trabajo, lo que reforzaron a unas poblaciones norteñas que habían enviado previamente a sus mejores hombres a otras tierras de España. Es la Historia de nuestra patria, amigos, basta leerla para comprender que todas esas “naciones” de diseño poseen una madre común: España.


Artículo revisado, insertado el 6 de agosto de 2007 en Batiburrillo de Red Liberal

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