sábado, 12 de mayo de 2012

Viñas, Franco y otras conspiraciones (I)


He leído recientemente la edición ampliada del libro de Ángel Viñas “La conspiración del general Franco”, espectacularmente subtitulada “Y otras revelaciones acerca de una guerra civil desfigurada”. Pretende fundamentalmente el autor –y consigue según él– demostrar tres premisas: que la muerte del general Balmes fue un asesinato ordenado por Franco, que Inglaterra traicionó a la democracia española –entiéndase democracia del Frente Popular– y que en España no existía el peligro comunista. Además, nos ofrece Viñas algunas pinceladas sobre el devenir de la II República.

El primer punto desarrollado por Viñas reviste cierto interés y ofrece algunos indicios, si bien patentemente confusos, que pueden avalar la hipótesis por él sostenida; cosa distinta es que, a pesar de su eufórica confianza, haya conseguido demostrarla. En el segundo punto la argumentación de Viñas se ofusca tremendamente: no queda muy claro por qué Inglaterra tendría que ayudar o dejar de hacerlo al Frente Popular, pero tal vez la cuestión se aclare cuando examinemos qué entiende Viñas por democracia y como su concepción de la misma y la que pudiera tener el gobierno inglés de 1.936 habrían, forzosamente, de diferir. A la hora de abordar el tercer punto, entra definitivamente Viñas en barrena, omite palpables evidencias y centra sus esfuerzos en demostrar el intrínseco carácter golpista y dictatorial de las derechas españolas en contraposición a la demócrata idiosincrasia izquierdista. Vayamos pues por partes, centrándonos en las dos últimas líneas argumentales de Ángel Viñas.

 
Antes de entrar en materia merece la pena detenerse en la consideración que a Viñas le merecen aquellos autores –con especial énfasis en De la Cierva, Payne y Suárez –que sustentan tesis distintas a las suyas y con los que, en curiosa actitud intelectual, considera Viñas que “no es deseable intercambiar ideas”: “neointegristas profranquistas”, “híper reaccionarios”, “profranquistas”, “seudohistoriadores”, “basura”, autores para lectores a los que le gusta “comer la sopa boba” o “mistificadores”. En contraste con tan detestables historiadores, alaba sin límites a aquellos estudiosos que propugnan las mismas ideas que Viñas: Casanova, Preston, Reig Tapia, Cardona, Moradiellos o Southworth. Con tan académica división entre historiadores “buenos” y “malos”, ya deja sentado el autor desde el primer momento que quien ose discrepar de su línea argumental no merece mayor credibilidad que la de turiferario del franquismo.

Describe Viñas una República –a la que identifica, y esto es importante, en exclusividad con la izquierda– en su primer bienio idílica y presta a impulsar en España una evolución política, social y cultural que la acercase a la Europa democrática, sacándola para siempre de la postración, el empequeñecimiento y el subdesarrollo en los cuales la habría sumido la monarquía. A tan nobles propósitos se habría opuesto una derecha “montaraz” siempre presta a recurrir al “espadón”. Reconoce que hubo desórdenes, aunque el régimen republicano habría conseguido mantener “siempre” la ley. Categoriza Viñas que no existió ningún peligro revolucionario, mientras que las derechas en bloque conspiraron contra la recién nacida república desde el primer momento. Aporta como prueba la Sanjurjada de agosto de 1.932, tras la que habría estado un amplio abanico de fuerzas políticas, militares, económicas y sociales. 

Conviene resaltar sobre este particular que en el advenimiento de la república tuvieron destacado protagonismo personajes en absoluto identificados con la izquierda como, por ejemplo, Marañón, Ortega, Alcalá-Zamora, Maura o el cada vez más conservador Lerroux, con lo cual la identificación entre izquierda y república es notoriamente inexacta. No sería hasta la celebración de las elecciones a Cortes Constituyentes cuando el electorado se decantaría mayoritariamente por la izquierda. Evolución en el sentido de “transformación” es innegable que sí se produjo, si bien no es menos cierto que tal evolución ni siempre obedeció a los ilustres designios que Viñas le atribuye ni siempre discurrió por cauces democráticos. Al hablar de desórdenes omite Viñas el citar las agresiones anticatólicas de mayo de 1.931 ante la pasividad de las autoridades republicanas –del mismo modo que descarta citar la pueril y gratuita persecución contra políticos de la monarquía– que tuvo el efecto de poner en guardia contra la república a buena parte de la población católica y confirmar los prejuicios anti republicanos de todos aquellos que en su caso los tuviesen. 

Tiene razón Viñas al señalar que elementos derechistas conspiraron contra la república desde apenas nacida ésta, pero se trató en principio de sectores minoritarios. No acierta en cambio al negar el peligro revolucionario y obvia para que su tesis no haga aguas los dos levantamientos anarquistas sucedidos durante el primer bienio –se produciría un tercero en diciembre de 1.933–, levantamientos reprimidos expeditivamente por Azaña –amparándose en la Ley de Defensa de la República que dejaba reducida la sectaria Constitución republicana a papel mojado– y que, a la postre, contribuirían enormemente a su caída. El pronunciamiento decimonónico del voluble Sanjurjo, saldado al coste de diez vidas, no tuvo el carácter mayoritario que Viñas le atribuye y, aunque claramente antidemocrático, en absoluto fue un levantamiento contra el régimen a cuyo advenimiento había contribuido notablemente el veleidoso general, al mando de la Guardia Civil en abril de 1.931. No muy democrático fue tampoco el comportamiento del gobierno de Azaña tras el fracaso de Sanjurjo, sancionando arbitrariamente a derechistas que nada habían tenido que ver con la sublevación. Visto lo visto, parece claro que el peligro para la república durante el primer bienio, contra lo expuesto por Viñas, procedió masivamente de elementos revolucionarios.

Centrándose en el segundo bienio, defiende Viñas que la CEDA era un partido manifiestamente antidemocrático, todo lo contrario que el PSOE –entiende el autor que negar al PSOE sus convicciones democráticas, olvidando la creciente radicalización de tal partido a partir de 1.933, obedece a “un ajuste de cuentas presentista” (sic)–. Pretende demostrar lo anterior Viñas recurriendo a citas de miembros de la CEDA que, ciertamente, no demuestran un gran aprecio por la democracia. Estas citas escandalizan tremendamente a Viñas (“palabras mayores”) y justifican para él que Alcalá-Zamora no entregase el poder a Gil-Robles, de quien no se fiaba (“no es de extrañar”, apostilla Viñas). Describe a los gobiernos del segundo bienio como demoledores de todas las conquistas logradas durante los dos primeros años de existencia republicana y, en este contexto, nos ofrece su particularísima visión sobre el movimiento insurreccional de octubre del 34. 

Según Viñas, la insurrección no perseguiría ningún fin revolucionario. No habría pasado de ser un “movimiento espontáneo”, “una revuelta obrera”, una “apelación desesperada” provocada por la involución auspiciada desde el gobierno aderezada con una incontenible agresividad del gobierno hacia socialistas y republicanos. Admite Viñas –supongo que a regañadientes– que la insurrección fue “un error político” (curiosa interpretación) pero, en cualquier caso, como informó el diplomático inglés Grahame (alabado por Viñas como “sagaz analista”), no habría pasado de ser la “culminación de la política gubernamental”. Lamenta enormemente la feroz represión desatada desde el gobierno que, para el comprensivo Viñas, creó “un poso de amargura y un deseo de revancha”.

Realmente, la capacidad de Viñas para magnificar los hechos que avalan sus conclusiones y minimizar los que la refutan es extraordinaria. Negar a estas alturas la esencia revolucionaria del PSOE de 1.934, contradiciendo a los propios líderes del partido –con la excepción del sector besteirista– en sus palabras y acciones, no resiste el menor análisis. Con respecto al carácter antidemocrático de la CEDA, mucho habría que matizar y es necesario buscar la concordancia o no entre las palabras y los hechos: más allá de los desahogos verbales que tanta indignación provocan en Viñas, la CEDA respetó el sistema legal vigente. Sobre los llamamientos del PSOE a la violencia y a la guerra civil –confirmados posteriormente por la vía de los hechos– se muestra Viñas infinitamente más indulgente que en el caso de los exabruptos de la CEDA: supuestamente sólo habrían asustado los primeros a “las derechas que querían asustarse”.  

Compárese también el distinto baremo con que juzga el arbitrario Viñas la asonada derechista de Sanjurjo y la insurrección planificada a conciencia por el PSOE y aliados desde casi un año antes –anunciada en el parlamento y en la prensa– con el propósito de instaurar un sistema revolucionario. Tal es el ardor pro revolucionario de Viñas que de tal insurrección habría que culpar ¡al gobierno! Gobierno que, dicho sea también, mantuvo la legalidad asaltada por los ídolos de Viñas y, sorprendentemente, desperdició una fenomenal ocasión para llevar a la práctica los siniestros propósitos que el estudioso Viñas le atribuye, a la par que se mostró ineptamente benevolente con los cabecillas de una revolución que, de triunfar, hubiese supuesto el fin de la II República. Nuevamente, y sin negar las ansias golpistas de sectores derechistas, al igual que en el primer bienio el mayor peligro para la supervivencia de la republica procedió de la izquierda. Próximamente veremos el análisis de Viñas sobre la fase final de la II República.

4 comentarios:

  1. ¡Brillante!

    A Viñas le había perdido la pista hace muchos años y ahora veo que vuelve por sus fueros. Será el canto del cisne, puesto que esta gente que defiende de ese modo al Frente Popular (la República fue algo muy distinto que la izquierda malogró) cada día da más el cante y cuenta con menos seguidores que posean un mínimo de rigor intelectual e histórico.

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    1. Anda ahora don Ángel con la historia del "contradiccionario", en el que colaboran entre otros Preston,Casanova, Moradiellos y Elorza. En el segundo y último artículo de esta serie sobre Viñas veremos su particularísimo análisis sobre el Frente Popular.

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  2. Anónimo0:32

    El nuevo sistema de comentarios es un co...zo, pero el dueño del blog es el que sabe.

    No entiendo como te gastas el dienro en esas cosas, si lo has comprado, pero sobre todo, cómo pierdes el tiempo leyendo esas sandeces.

    Pacococo

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    1. Yo no lo considero, amigo Pacococo, ni una pérdida de dinero -pues sí lo he comprado- ni una pérdida de tiempo. Cuando uno tiene interés en un determinado tema creo que es obligado el leer tanto como pueda sobre la cuestión para tener la visión más completa sobre el particular en la medida que sea posible. Yo recomiendo a todos la lectura de la obra de Viñas, de igual forma que recomiendo leer a de la Cierva, a Preston, a Moa o a tantos otros autores. Insisto en que es la única manera de poder hacerse uno mismo su propia composición de lugar sobre una determinada época histórica.

      Con respecto a los comentarios, cada sistema tiene sus particularidades. Ya verás como en poco tiempo no te parece tan co..zo. O como se diga eso.

      Un saludo.

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Comentarios moderados.