domingo, 6 de mayo de 2012

¿Nos perdonará ETA algún día?



Dudo mucho que sea posible concebir mayor obscenidad que la que estamos viviendo y sufriendo en España. Tiene narices que desde el gobierno se auspicie un plan para la reinserción de los asesinos etarras en el que éstos encuentren aspectos positivos; pero todavía más narices tiene que los terroristas aún no estén satisfechos con una absurda generosidad de la que no son dignos.

Dicen los presos etarras, adalides de la democracia según quieren hacernos creer, que el plan del gobierno “no responde a lo que una amplia mayoría de la sociedad le ha pedido [al gobierno] mil veces” y exigen “la excarcelación de los presos en el marco de las condiciones democráticas”, lo cual traducido del enrevesado lenguaje terrorista viene significando que todos los presos a la calle, que nunca habrá sido tan puta, y por la puerta grande. Lanzados sin mesura por la vía rápida de la más abyecta inmoralidad, nos hacen el favor los asesinos de estar dispuestos a “dar pasos”, pasos condicionados según esta pandilla de pervertidos a que se ponga fin a “las estrategias de presión y chantaje” y dejan bien claro que cualquier proyecto que incluya el arrepentimiento por parte de los terroristas “nace muerto y estéril”.


Así sea pues y que cualquier plan que signifique la más mínima concesión a los asesinos nazca muerto, vocablo éste muy del gusto de los etarras siempre que sean ellos quienes estén del lado “bueno” de la pistola. Aquí hay unos canallas que han asesinado, han mutilado, han secuestrado, han aterrorizado, han extorsionado y han robado. Estos canallas un día deciden, con condiciones, dejar de matar, al tiempo que exaltan su infame trayectoria criminal de la que ni reniegan ni renegarán y sin entregar las armas. Estos canallas se ríen de todo y de todos, permitiéndose el lujo de darnos lecciones de democracia y moral, coaccionar, exigir prebendas y reconocimientos y situarse en un plano ético superior al de sus víctimas: ya sólo falta que nos obliguen a pedirles perdón. Tranquilos, todo se andará. 

La decencia y la salud democrática exigen inexorablemente que estos canallas expíen sus delitos, cumplan íntegras sus penas y que no se les conceda ningún beneficio. ¿Se imaginan ustedes a un violador reclamando borrón y cuenta nueva a cambio de no volver a violar? ¿Conciben ustedes que a un estafador se le perdonase su condena bajo la coacción de que si no volverá a estafar? No, ¿verdad? Pues el caso de ETA no es distinto, por más que se empeñen los etarras y sus acólitos en otorgarle a sus sangrientas fechorías un carácter político del que carecen por completo: la vida siempre es vida, la sangre siempre es sangre y los asesinos siempre son asesinos, sin que haya política que valga.

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